Las grasas o lípidos son nutrientes empleados por el cuerpo para construir membranas celulares, tejido nervioso y hormonas. También se utiliza como energía. Sin embargo, ingerir demasiadas frituras, con alto contenido de grasas, es dañino para la salud.
Los aceites vegetales como condimentos o aderezos son saludables y necesarios. No obstante, cuando se calientan a altas temperaturas sus características se modifican, convirtiéndose en grasas saturadas de difícil digestión.
Las frituras están presentes en el hogar, y en restaurantes y bares, por la facilidad y rapidez de su preparación. Son sabrosas y deliciosas y tienen un precio accesible siendo alimentos muy aceptados y demandados por el consumidor.
Las grasas presentes en la frituras se digieren en el duodeno interviniendo las sales biliares que segrega el hígado hacia la vesícula y de la vesícula al duodeno.
Mientras que una porción de arroz o pescado cocido tarda 2 horas en digerirse, el aparato digestivo debe trabajar entre 4 y 5 horas para digerir las frituras, mientras la persona puede sufrir distensión abdominal, espasmos, flatulencia, etc.
La absorción del aceite de las frituras es del 15% al 20% en pescado y pollo rebosado, 30% en las tortillas, 40% en las papas fritas. El aceite utilizado para freír se convierte en parte del alimento que se consume. A la lenta digestión de la frituras, de consumirlas frecuentemente se agrega la obesidad y aumento de colesterol y triglicéridos.
Las frituras en porciones normales, o sobre todo copiosas, causan digestión lenta, pudiendo provocar síntomas gástricos como dolor, acidez o pesadez, después de consumirlas. En el caso de personas con gastritis o cálculos en la vesícula pueden resultar irritantes e difícil de tolerar.
La fritura llega al estómago recubierto por una película grasa que es insoluble en agua, por lo tanto, no permite actuar a los jugos gástricos.
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